diumenge, 15 de desembre del 2013

Compaginar el afecto con la autoridad

Compaginar el afecto con la autoridad



Compaginar el afecto con la autoridad




“Sé amable, cada persona que encuentras por el camino está librando su propia batalla.”

Platón



Madres y padres deseamos que nuestro hijo sepa que le queremos, que tenga un buen comportamiento, que sea respetuoso en un mundo cada vez más plural, que sea independiente y que tenga su personalidad con criterios firmes llenos de bondad.

Por encima de todo, también deseamos que sea capaz de ser feliz conquistando cada día su libertad tomando decisiones responsables.

Para conseguirlo, nuestro hijo necesita de una buena autoridad, no la autoridad del “mando y ordeno porque lo digo yo”, sino de una autoridad meditada y puesta a su servicio.

Nuestros hijos -como nos recuerda Platón- también libran sus batallas y los padres hemos de dar mucho afecto y amabilidad para acompañarles y hacernos obedecer, sin ahogar iniciativas. Ese afecto se concretará en la primera infancia en pautas, límites y rutinas, y, en la etapa adolescente en los horarios del tiempo de estudio, de la red, de las actividades extraescolares y de las salidas con amigos. Muchas veces, nuestro pequeño necesitará que se le insuflen ánimos con besos y abrazos y, nuestro adolescente, agradecerá – aunque no lo demuestre - una sonrisa, un toque en la espalda o un gesto amable para motivarle cuando algo le cueste.

Leí en una entrevista a Inés Sastre, modelo y actriz española, lo que respondía a la pregunta - “¿Eres una madre estricta?”: - “Sí, soy estricta, pero doy mucho afecto a mi hijo. Mantengo una cierta autoridad y mucha estructura. Creo que tanto los chicos como los adultos necesitamos afecto combinado con autoridad”. Me gustó y me inspiró el título de esta reflexión.

La autoridad se ha de basar en el testimonio y el prestigio de los padres, sin sobreproteger ni dominar con imposiciones arbitrarias que deterioren la autonomía. No se trata de contrariar continuamente a los hijos, ni de ser tan permisivos que obtengamos como resultado unos hijos “tiranos”. Actuemos con sentido común buscando hacerlo todo con cariño.

En la adolescencia, – etapa de especial rebeldía - convendrá mostrarles que personas muy valiosas como, por ejemplo, deportistas de élite que ellos admiran, han conseguido ser campeones después de muchas horas de entrenamientos y sudores, con constancia, voluntad y sacrificio.

Tener hijos obedientes no es un capricho, ya que enseñándoles a obedecer, les hacemos el favor de responsabilizarles y de que sepan hacer frente con decisión a las dificultades que tendrán que afrontar en el futuro. Nos relacionaremos siempre con ellos con una actitud positiva llena de simpatía, generosidad y afecto.



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